El productor, crítico musical y músico (y padre de músicos) de Jazz y Blues John Hammond es prácticamente todo un desconocido para el gran público, y sin embargo es una de las figuras más importantes e influyentes en la música popular del pasado siglo XX.
Nacido en Nueva York el 15 de diciembre de 1910, estudiante de piano desde los cuatro años, a los ocho ya sabía tocar también el violín, especialidad que estudiaría en la Universidad de Yale más adelante.
Con una gran formación en música clásica, el prefería, sin embargo, el blues y el Jazz, la música que terminó de engancharle después de ver actuar a Bessie Smith en 1927 en el Alhambra.
Comenzó a escribir en distintas publicaciones como crítico musical, destacando entre ellas sus artículos para Melody Maker, donde se convirtió en uno de los principales divulgadores de la música Jazz y Blues, de los artistas de color, y en gran defensor de los derechos civiles y la lucha contra el racismo.
En 1933, tras ayudar a formar su orquesta a Benny Goodman, entra a trabajar para la industria discográfica, produciendo la última sesión de Bessie Smith, y realizando su primer descubrimiento: una cantante de 17 años, nada menos que Billie Holiday. Grabando su primera sesión con la orquesta de Benny Goodman.
Por si no era suficiente, se dedicó a traer a Nueva York a los grandes intérpretes de Swing y, en 1938 organizó una serie de conciertos llamados “From Spiritual to Swing”, en el Carnegie Hall, descubriendo para el gran público, entre otros, a Big Joe Turner y a Count Bassie. Robert Johnson, que estaba anunciado, no pudo actuar ya que falleció poco antes.
Después de realizar el servicio militar (durante la segunda guerra mundial), y ya a finales de los ’50, entra a trabajar para Columbia Records, firmando a Pete Seeger y otros cantantes de folk, y descubriendo a la que, por entonces, era una prometedora cantante de gospel de 18 años, “una tal” Aretha Franklin, y contratando también al fabuloso guitarrista y cantante de Jazz George Benson.
Ya en los ‘60, y después de toda esa carrera, Hammond realizaría uno de los descubrimientos por los que es más conocido y por el que merece mi eterno agradecimiento: En 1961 asistiría a una audición de un jovencísimo cantante de folk recién llegado a Nueva york y que había adoptado el nombre artístico de Bob Dylan, y se empeñaría en firmarlo para Columbia, contra la opinión de los ejecutivos del sello, que lo consideraban un “capricho”, al que accedieron en atención a la trayectoria del productor y cazatalentos, que por entonces ya era uno de los productores más importantes del sello. No se equivocaron al permitirle el “capricho”, desde luego.
Además, trabajaría para la recuperación de las grabaciones del bluesman Robert Johnson, realizando las ediciones póstumas que tanta influencia han tenido en la música blues, y que se editaron con la producción de Frank Driggs.
Terminaría su carrera para Columbia firmando, ya a finales de los 60, al cantautor canadiense Leonard Cohen y se permitiría un último capricho y otra de sus apuestas más fuertes y consideradas entonces como arriesgadas, ya en los 70, tratando de descubrir a un “nuevo Dylan”, descubriría y firmaría para el sello nada menos que a Bruce Springsteen.
En 1975 se retira del sello, aunque haría todavía un último servicio, ya en 1983, descubriría, ficharía para Columbia y sería el productor ejecutivo del primer disco del magnífico guitarrista Stevie Ray Vaughan.
Toda esta trayectoria le valdría para conseguir un Grammy Honorífico y entrar en el Rock and Roll Hall of Fame en 1986 , antes de su fallecimiento el 10 de julio de 1987.
De esas personas que trabajaron toda la vida en la sombra, sin llevarse casi nada de la gloria, pero que, con su trabajo y su talento, han ofrecido la oportunidad a algunos de los músicos más influyentes en la historia de la música popular, en ocasiones apostando muy fuerte. Merecen ser reconocidos, ahora que estamos en una época en la que las discográficas van a lo seguro y difícilmente dan oportunidades a nuevos talentos.
Después nos quejamos de no tener actualmente un músico joven capaz de tomar el testigo de los Bob Dylan o Bruce Springsteen.
Seguro que a esos músicos los tenemos en algún lugar, esperando a un John Hammond que apueste por ellos. Pero tal vez eso sea lo que no tengamos.
En fin, puede que sean otros tiempos pero genios como John Hammond, creo yo, nunca sobran.